Escondidas bajo las luces de la ciudad, las estrellas son una de las bellezas más espectaculares del cielo nocturno. Sin embargo, un cielo oscuro no es solo un paisaje: sostiene el equilibrio de hábitats que dependen de la oscuridad para que flora y fauna puedan alimentarse, orientarse y descansar. El exceso de brillo artificial interrumpe los ritmos circadianos, altera los patrones de sueño y migración, y desorienta a aves, insectos y otros animales nocturnos que siguen la luz natural de la luna y las estrellas.
Cada 9 de agosto se conmemora el Día de la Concienciación sobre la Contaminación Lumínica, establecido en 2008 mediante la Ley 218. Ésta, junto al Reglamento 8786, fija parámetros para reducir esta forma de contaminación que amenaza la salud de los ecosistemas. La contaminación lumínica borra del cielo las estrellas, interrumpiendo nuestra conexión ancestral con la noche y con el universo.
Las disposiciones de la Ley 218 y su reglamento clasifican las áreas según su sensibilidad lumínica, con el fin de conservar las noches oscuras como parte esencial del entorno natural. Además, regulan el uso de iluminación exterior, limitando su intensidad, dirección y alcance, lo que también promueve un uso más eficiente de la energía eléctrica.
La iluminación artificial suele asociarse con seguridad, pero diversos estudios señalan que no existe evidencia concluyente que demuestre una relación directa entre mayor iluminación y una disminución en la incidencia de delitos. De hecho, una iluminación mal dirigida o excesiva puede generar deslumbramiento, sombras intensas y puntos ciegos que dificultan la visibilidad y hasta comprometen la seguridad.
Aplicar buenas prácticas de iluminación —como dirigir la luz solo hacia donde se necesita, reducir la intensidad y usar lámparas de espectro cálido— permite iluminar eficazmente las áreas de tránsito sin contribuir a la contaminación lumínica.
Al optimizar el uso de la luz artificial, no solo ahorramos energía en un contexto de crisis energética, sino que también protegemos a especies nativas sensibles a la luz, como los cucubanos (Pyrophorus luminosus) y las tortugas marinas, cuyas conductas reproductivas y migratorias dependen de la oscuridad natural.
Por ejemplo, instalar lámparas direccionales y reducir la altura de los postes permite controlar el ángulo de la luz, iluminando calles y estacionamientos sin dispersarla hacia áreas donde no es necesaria. Estas medidas son especialmente importantes cerca de las playas, donde ayudan a proteger la migración y anidación de las tortugas marinas.
Estas especies se orientan gracias a la luz de la luna y el reflejo de las estrellas sobre el mar, pero el exceso de luz blanca puede desorientarlas y atraerlas hacia tierra adentro. Si alguna vez has visitado una playa de noche, probablemente hayas notado iluminación roja o anaranjada: su longitud de onda más larga las hace menos intrusivas y reduce el riesgo de que las tortugas marinas se desvíen de su ruta natural.
Otras especies, como los cucubanos, también se ven afectadas por la contaminación lumínica. El exceso de luz interfiere con su bioluminiscencia, la cual se emite por el área del tórax y el abdomen, a diferencia de las luciérnagas. La luz que emiten es esencial para su reproducción, lo cual se ve afectada en momentos de alto exceso de luz. Al adaptarnos a mejores prácticas de iluminación que reduzcan la dispersión luminosa, podemos prevenir seguir impidiendo los ciclos reproductivos de los cucubanos.
En este contexto, es importante reconocer el derecho de la naturaleza a conservar sus propios procesos lumínicos, especialmente en organismos bioluminiscentes. Estos seres no solo poseen una belleza singular, sino que representan relaciones ecológicas delicadas y únicas. La bioluminiscencia es una forma de comunicación, defensa y reproducción que ha evolucionado por millones de años y que hoy se ve amenazada por la luz artificial. Desde un enfoque de derechos, estos organismos deberían ser protegidos como sujetos que tienen el derecho a desarrollarse sin alteraciones impuestas por la actividad humana. Respetar su oscuridad natural es también respetar su existencia plena.
Imágenes de la Reserva Natural Cabezas de San Juan en Fajardo.
En el 2006, Para la Naturaleza comenzó una iniciativa llamada Puerto Rico Brilla Naturalmente, puesta en práctica en la Reserva Natural Cabezas de San Juan en Fajardo, para reducir los efectos de la contaminación lumínica. La Laguna Grande, una de las tres bahías bioluminiscentes en el archipiélago, se ve muy afectada por el exceso de luz artificial, debido a la creciente expansión urbana en áreas costeras. La salud de la laguna es esencial, no únicamente por las especies que la habitan sino también por los ecosistemas circundantes.
En este proyecto se estudiaron los efectos ecológicos y astronómicos, junto a los efectos sobre la salud humana y al consumo energético. Después de ocho años de trabajar en colaboración con la comunidad y la Autoridad de Energía Eléctrica, se cambiaron las luminarias a unas más efectivas que redujeron la dispersión luminosa, resultando en una recuperación total de 50-60% de oscuridad natural en Cabezas de San Juan, un espacio de alto valor ecológico.
De otra parte, en Francia y Suiza se celebra cada año La Nuit est Belle (La Noche es Bella), una iniciativa creada por la región de la Gran Ginebra en 2019. Durante esta noche, se apaga el alumbrado público en múltiples municipios con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía sobre los efectos de la contaminación lumínica y reconectar con la oscuridad natural del cielo nocturno.
Este gesto simbólico ha tenido un impacto significativo: se han ahorrado alrededor de 20,000 kWh de energía eléctrica y más de 900,000 personas han tenido la oportunidad de experimentar una noche estrellada sin interferencias artificiales.
La Nuit est Belle demuestra que apagar las luces, aunque sea por una noche, puede ser una poderosa herramienta de conciencia colectiva y una invitación a imaginar ciudades más sostenibles.
Cada gesto cuenta. Cada acción, por pequeña que parezca, puede marcar la diferencia.
En nuestras manos está devolverle la oscuridad a la noche y cuidar los ritmos de la vida que dependen de ella. Podemos comenzar con algo sencillo: cerrar las cortinas cuando cae el sol, utilizar luminarias que reduzcan la dispersión de luz en nuestros hogares o simplemente apagar las luces que no necesitamos.
Estas decisiones cotidianas no solo ayudan a reducir la contaminación lumínica, también nos reconectan con la noche, con sus sonidos y sus ciclos.
Informarnos sobre cómo esta forma de contaminación afecta a los ecosistemas es otra forma de actuar. Al hacerlo, abrimos la puerta a nuevas maneras de habitar y compartir el mundo con otras especies. Paso a paso, podemos reaprender a disfrutar de las noches oscuras y devolverle las estrellas a la naturaleza.
*Para la creación de esta historia colaboraron Rafael Ojeda Rexach y Alexia Casalduc Pla, estudiantes de internado en Para la Naturaleza.
Fuentes revisadas:
- “Ciudadanos y expertos intercambian propuestas para controlar la contaminación lumínica en Puerto Rico” Departamento de Recursos Naturales: https://www.drna.pr.gov/noticias/ciudadanos-y-expertos-intercambian-propuestas-para-controlar-la-contaminacion-luminica-en-puerto-rico/
- “Contaminación Lumínica”, Departamento de Recursos Naturales y Ambientales: https://www.drna.pr.gov/wp-content/uploads/2021/08/CONTAMINACION-LUMINICA.pdf
- Cucubanos, por Awilda Rivera (2023) https://apfona.org/blog/conservacion/cucubanos/
- “La iniciativa Puerto Rico Brilla para la Naturaleza: un experimento para reducir la contaminación lumínica en las Cabezas de San Juan”, Elizabeth Padilla en la Revista Ambiental: https://www.corrienteverde.com/investigaciones/la-iniciativa-puerto-rico-brilla-para-la-naturaleza-un-experimento-para-reducir-la-contaminacion-luminica-en-las-cabezas-de-san-juan